jueves, agosto 31, 2006

Santa Fe: El recuerdo del ferrocarril sigue vivo en la memoria

En Santa Fe funcionaban los talleres General Belgrano y muchos santafesinos trabajaron allí.

Ernesto fue uno de ellos. Hoy evoca momentos de otra época. La red ferroviaria argentina fue, en su momento, una de las más grandes del mundo. Llegó a tener cerca de 47.000 kilómetros de extensión, pero el levantamiento de vías y el énfasis puesto en el transporte automotor fueron reduciéndola de manera progresiva.
Alrededor de esa actividad se fundaron las primeras ciudades y los primeros barrios, como sucedió en Santa Fe. Aquí, además de la estación de trenes General Manuel Belgrano, funcionaban los talleres que durante años se repararon las máquinas de todas las líneas que atravesaban el país de lado a lado.
En ese lugar trabajaron miles de personas que en la década del 90, cuando los ferrocarriles dejaron de funcionar, se quedaron sin empleo, pero guardan en sus corazones la mejor época. Como es el caso de Ernesto Fusi, que durante nueve años prestó funciones en los grandes talleres del ferrocarril Belgrano.
“Fue una época muy tranquila, con mucho trabajo. Al principio entré como peón para lavar y limpiar máquinas, todo lleno de mugre, de grasa, aceite y después con el tiempo pasé al área de servicio de diesel eléctrico, porque yo soy electricista y me dediqué a esa parte”, relató.
Él estuvo desde 1983 a 1993, trabajó cerca de 10 años. A ese lugar llegaban trenes con motores diesel, se hacían los controles con el personal que estaba de turno, se medía el aceite, se miraba la cantidad de gasoil y si tenía algún problema ingresaba a los talleres, sino se reponía lo que necesitaba y volvía a salir. “Si la máquina tenía un inconveniente, se pasaba el parte a los encargados y a través de la mesa redonda, ingresaba a las fosas, se informaba a los jefes de sección el problema que tenía, se reparaba y volvía a salir”, contó Ernesto.

La Redonda

Ese lugar que hoy ocupa un gran lugar entre las calles Salvador del Carril, Aristóbulo del Valle, Las Heras y Díaz Colodrero, se llama así por la forma que tienen los talleres, que simulan un círculo y en el centro está la denominada mesa que giraba y permitía que las máquinas ingresaran para ser reparadas.
“A las mismas se les destinaba una fosa. Si era la parte eléctrica o motores a tracción eran las que estaban ubicadas con los primeros números; si era la parte mecánica, eran las otras del medio y en las últimas se arreglaban los vagones. Eran 40. “Fuimos dados de baja. Yo fui uno de los últimos pero ya hacía un año que venían sacando gente. Te daban de baja, cobrabas tu indemnización. Todo como debía ser, entonces no podías reclamar nada”, expresó.
Ernesto recordó que su papá era ferroviario y trabajaba en la estación de Bulevar, en encomiendas, su suegro también, en telecomunicaciones y en los talleres cosechó muchos amigos. “Siento un poco de nostalgia por todo lo pasado. Me fui el último día de trabajo y no volví nunca más. Hoy es la primera vez, después de 12 años. Me viene un montón de recuerdos porque pasé los mejores momentos”, concluyó.

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