Para destacar:
Buenos Aires, agosto de 2007.
Casi a los 42 años, Claudio falleció al atardecer del 15 de agosto de 2007, cuando su corazón, sorpresivamente, decretó el final.
El y su esposa, Cintia, comenzaron su camino juntos cuando se conocieron en el aula de la escuela primaria, con sólo seis años.
La vida les dió 4 hijos varones y en el presente una dura enfermedad fue el común denominador que aquejaba sus vidas desde hace nueve años.
Como valor agregado, Cintia sufre una afección cardiaca congénita y una hipertensión pulmonar severa que hace sus días muy difíciles.
Este relato, lo hago desde el lugar de la cuñada de Claudio, hermana mayor de su esposa.
Conocido el deceso, y camino al Policlínico de San Justo, no podía ni siquiera imaginar cómo enfrentaríamos este desgraciado evento, puesto que la muerte golpeaba por primera vez tan de cerca a nuestra familia.
Ya en el lugar, todo sucedía como en otra dimensión, bajo la sombra del dolor y la desesperación… entonces, comencè a notarlos: eran hombres vestidos con ropa de trabajo y con rostros cubiertos de grasa en muchos casos: nos calmaban y hablaban dulcemente, comenzando a generar un abrazo invisible que nos protegìa y consolaba. En medio de la tragedia comencé a registrar que estaban con nosotros “el Sordo”, el “Gallego”, “el Viejo” y luego, “Cafè”, “Teo”, “Tano”, Gruñón”, “Negro”, “Pupi”, “Pelito”, “el Gordo”, “Toto”, “Chompa”, “Pato”, “Petiso”, “Flaco”, “Pollo” y siguen los apodos …
Tambien, que ellos nos decìan que no debìamos preocuparnos por nada, ya que se encargarían de todos los trámites. En poco tiempo, nos comunicaron que todo estaba arreglado, que a la 1.30 hs. nos dirigiéramos a la sala velatoria y que el tema de los gastos estaba solucionado.
Como a las tres de la mañana, mi hermana no quería dejar el cuerpo solo para ir a descansar un poco, como le rogábamos una y otra vez, teniendo en cuenta su frágil salud. Contra su voluntad, sollozada dolorosa e interminablemente, decidimos llevarla a su casa unas horas. Fue entonces cuando cual ángeles que acudían en el justo momento, aparecieron los compañeros de mi cuñado: bañados y cambiados, ya sin las señales de su trabajo en el taller. Cuando les conté que Cintia no quería dejar a su marido, contestaron que todos ellos se quedarían junto al flaco, que vaya tranquila.
Así sucedió, toda la noche estuvieron allí, y no se despegaron de nuestro lado hasta que terminó el triste trance del cementerio… y siguieron cerca, visitando a la familia de su compañero, acercándole a mi hermana el producto de una colecta que realizaron entre ellos y llamàndola constantemente para saber cómo està y si necesita algo.
Resulta muy difícil transmitir sensaciones y las que surgieron del maravilloso comportamiento de este grupo son casi indescriptibles: ellos se hicieron cargo y aliviaron a los familiares de su amigo y compañero, demostrando que lo querìan y dando un ejemplo pràctico de la palabra solidaridad. Una de las acepciones de esta palabra, justamente es:
“En mecánica se consideraban solidarias o revolucionarias las ruedas y piezas que formaban parte de un mismo eje, correa o árbol de transmisión”.
… y los muchachos del taller funcionaron tal cual.
En nombre de mi hermana, sus cuatro hijos, mis padres, hermanas, esposo y cuñados, quiero agradecer a los trabajadores del taller de Haedo de TBA, cuyos nombres figuran al pie.
Un pàrrafo especial merece quien comandò y aglutinò a estas fuerzas de la amistad y el compañerismo: el Sr. Edgardo Reynoso, maravilloso y efectivo conductor.
La vida continùa, debemos sostener a Cintia, que està muy delicada y a sus hijos. El camino tiene una nueva luz, que encendieron estos seres HUMANOS, que nos brindaron desde su corazòn su ayuda y compañìa. Justamente el 26 de este mes se conmemorarà el Dìa de la Solidaridad en nuestro paìs, en homenaje a la Madre Teresa de Calcuta, y para nuestra familia, en homenaje a estas personas increíbles, que corrieron a nuestro lado para darnos una mano y paliar tanto dolor ante un deceso tan lamentable que se llevò a un joven esposo, padre, amigo y compañero.
GRACIAS, de corazòn, MUCHAS GRACIAS, por acompañar a la familia de CLAUDIO STICCA, a sus compañeros:
BRAIOTTA, Daniel.
CANO, Carlos.
CENARDO, Ernesto.
GIMENEZ, Carlos.
LESCANO, Teófilo.
LO PIANO, Angel.
MARTINEZ, Marcos.
MARTINEZ, Miguel.
MENSEGES, Juan.
MOLDES, Rodolfo
NOGUEIRA, Carlos.
OBREGON, Matìas.
QUEVEDO, Horacio.
REYNOSO, Edgardo.
RUIZ DIAZ, Miguel Angel
SANTIÑAQUI, Daniel.
SERANGELI, Ricado.
SERRATORE, Domingo.
SOBRERO, Rubèn.
SPINELLA, Daniel.
SUMO, Claus
ZINI, Jorge Luis.
GRACIAS, a la empresa T.B.A., que escuchò a los compañeros de mi cuñado y colaborò socorriendo económicamente a mi hermana, afrontando los gastos del sepelio.
No existen sinònimos: GRACIAS, una y otra vez.
Con copia distintos medios de comunicación, solicitando su difusión.
Stella Maris Rodríguez